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lunes, 26 de noviembre de 2012

DESCUBRIMIENTO DE LA TUMBA DE TUTANKAMON...


El Descubrimiento de la Tumba de Tutankamon. 
El 4 de noviembre de 1922 y tras años de búsqueda infructuosa tuvo lugar el inicio de uno de los mayores hallazgos arqueológicos de la historia. Se dice que Howard Carter, descubridor de la tumba, dijo “Veo cosas maravillosas” cuando accedió por primera vez al lugar.
A principios del siglo XX, el gobierno egipcio ofrecía a los occidentales concesiones para la excavación de su territorio. En este caso, los gastos corrían a cargo de Lord Carnarvon, quien también formaba parte del equipo. Efectivamente, a los pies de la tumba de Ramsés VI y bajo los restos de viviendas de épocas posteriores había una tumba de la Dinastía XX. Finalmente la cámara mortuoria es descubierta y en ella un gigantesco féretro de mas de 5 mts. de largo y casi 3 de altura recubierto en oro conteniendo sucesivos féretros que protegen el sarcófago real.
Los trabajos de excavación en el Valle de los Reyes, donde se encontraron aproximadamente treinta y tres tumbas, tuvieron una duración de más de diez años. Estas tumbas guardaban hermosos tesoros .Los monumentos funerarios del Valle de los Reyes mostraban las huellas de saqueos realizados en diferentes épocas .Las violaciones en las tumbas de los faraones fueron perpetradas por delincuentes cuya ambición les restó cualquier escrúpulo.
Algunos egiptólogos consideraban que en el Valle de los Reyes, después de un largo periodo de investigación, ya no había gran cosa por descubrir. A pesar de la opinión de sus compañeros, el investigador Howard Carter, contaba con indicios, que le permitían deducir la existencia de la aún no descubierta tumba de Tutankamón. Carter se basaba en ciertos hallazgos reveladores, fruto de las investigaciones realizadas desde principios del siglo XX.
El 1º de noviembre de 1922, Carter emprende nuevamente las excavaciones en la región en donde anteriormente se habían encontrado algunos objetos que tenían inscritos el nombre de Tutankamón. Entre los hallazgos de referencia se encontraba una copa con el nombre del faraón así como algunos objetos de oro y una jarra, presumiblemente utilizada para la momificación.En la mañana del 4 de noviembre, los obreros gritaron alertando al arqueólogo. Como un resorte acudió al lugar. Frente a él se levantaba una escalinata excavada sobre la piedra caliza. Cuando Howard Carter bajó por ella, frente a él se abrió la fuente de todos sus sueños.
Allí estaban. Los sellos de la tumba de Tutankamón, y además, intactos. Sereno, Carter mantuvo su curiosidad natural, volvió a cubrir la entrada y escribió a Lord Carnavon para notificarle la buena nueva.
Poco tiempo tardó el millonario lord inglés en presentarse en Luxor. El 24 de noviembre, Lord Carnavon se encontraba ya frente a la puerta sellada de la tumba. Tras la puerta de entrada se abrió un pasillo que conducía a una segunda puerta también con sus sellos intactos.
Carter se inclinó ante la puerta de granito. Una puerta maciza grabada con todo tipo de signos jeroglíficos. Bajo la puerta había una especie de rajadura por la cual podía verse hacia adentro.
Carter se inclinó con su linterna y la enfocó hacia la Tumba Real. Por varios minutos permaneció inmóvil viendo lo que acabamos de describir. Los tesoros incontables que brillaban en la oscuridad y que adquirían dimensiones propias al ser violados por la luz eléctrica… casi 3500 años después de su desaparición. Los tesoros que yacían en aquella tumba, como diría Carter más adelante “estaban fuera del ámbito terrestre, sencillamente no tenían precio para ser evaluados.” No andaba lejos de la verdad.
Piedras preciosas en montones. Muebles de oro sólido, vasos de exquisita configuración, mantos reales conservados en perfecto estado, y finalmente un trono real de oro que por sí solo valía el rescate de un Emperador. Todo esto sin contar infinidad de pequeños objetos, cada uno de los cuales hubiese hecho las delicias de cualquier museo en el mundo a un precio de millones. Todo junto, lo contenido en las cuatro cámaras encontradas fue descrito por el arqueólogo americano James Breadstad como “Los inmensos e incalculables tesoros de un niño que dominó el mundo mucho antes de que se conociera Creta, antes de que Grecia fuera concebida o Roma creada… y cuando aún más de la mitad de la historia de la civilización estaba por escribirse”.
Y sin embargo, el momento más emocionante y remunerador tendría que venir dos años después, el 3 de de Febrero de 1924, cuando Carter y su cuadrilla finalmente abrieron la puerta en la última cámara, la dedicada a tumba del Faraón especialmente. Un grito de admiración escapó de la garganta en los pocos presentes. Estaban ante un masivo ataúd de granito de más de nueve pies de largo.
Dentro del ataúd había otros tres más pequeños que a su vez se fijaban uno en el otro con pasmosa precisión. Los dos exteriores hechos de madera con incrustaciones de oro y piedras preciosas en la parte interna. Y el tercero y último conteniendo los restos del faraón adolescente hecho de oro sólido. Allí estaba el cuerpo momificado del faraón Tutankamón. Su rostro cubierto con una máscara que semejaba sus facciones aniñadas y también de sólido oro.Carter y sus obreros no constituían los primeros violadores de la tumba. A las claras se veía que, ladrones del Valle de los Reyes habían penetrado en ella.
Aún cuando ninguno de ellos se atrevió a tocar el ataúd real. Los sellos en las puertas habían sido rotos y arreglados nuevamente por los guardianes.
Tutankamón fue violado en su descanso eterno por Carter.

TUTANKAMON...


TUTANKAMON
Era noviembre de 1922 y el tiempo consumía las últimas esperanzas del británico Howard Carter. Durante siete largos años, había peinado sin éxito la geografía escarpada y desértica del Valle de los Reyes. La suerte parecía darle definitivamente la espalda: su tozudez se había convertido en motivo de sorna y había agotado la paciencia y el bolsillo de su mecenas, Lord Carnarvon.
Pero, justo entonces, sucedió el más formidable de los hallazgos del Egipto de los faraones.
Carter descubrió el 4 de noviembre el primer peldaño de la escalinata que conducía a la tumba de Tutankamón. Y, 20 días más tarde, derribaba la puerta tapiada que daba acceso a la primera de las cuatro estancias.
"Al principio no podía ver nada.
El aire caliente escapaba de la cámara agitando la llama de la vela pero cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, los detalles de la habitación emergieron lentamente de la niebla: animales extraños, estatuas y oro".
La única tumba real intacta
Y no exagera con la magnitud de la herencia. "La gran importancia de este hallazgo es que a día de hoy sigue siendo el mayor descubrimiento arqueológico de toda la humanidad", replica la egiptóloga Teresa Bedman, codirectora de la misión española que estudia en Luxor la tumba de Amen-Hotep Huy, visir del monarca Amenofis III (1390-1353 a.C.).
El reinado de Tutankamón, perteneciente también a la XVIII dinastía, fue breve e intrascendente: Llegó al trono con 12 años y murió cuando rondaba los 20.
Pero su enterramiento ha sido el único de los descubiertos que ha estado ajeno al pillaje durante más de tres milenios.
Lo que la vela de Carter arrancó de las tinieblas era una ínfima parte de los 5.000 objetos amontonados en la antecámara, la cámara funeraria, la cámara del tesoro y un anexo.
Un ajuar suntuoso que se exhibe actualmente en el Museo Egipcio de El Cairo. 
La virtuosa paciencia de Carter
"Fue un excavador extraordinariamente cuidadoso tanto en la documentación como en la conservación.
Empleó una década en descubrir toda la tumba".
La malaria y el Mal de Kohler, las causas de su temprana muerte
La pasión y temprana muerte del rey, a cuyo estudio se entregó Carter hasta su muerte en 1939, aún proyecta sombras y suscita discusiones.
En 2010 el ex ministro de Antigüedades, el mediático y polémico Zahi Hawas, sometió a la momia expuesta en la tumba a un exhaustivo análisis de ADN para determinar su árbol genealógico y las causas de su sepelio. 
Y en cuanto a su óbito, atribuye su salud quebradiza y sus taras físicas al hecho de ser fruto de un incesto regio. Tutankamón padecía el llamado Mal de Kohler (una necrosis avascular ósea) agravado por el paludismo.
Sufría grandes dolores de huesos y caminaba con dificultad, como certifican los 103 bastones hallados en la tumba.
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